A punto de tener un hijo, Jesús se entera de que sufre una enfermedad venérea que le ha transmitido a su mujer embarazada. Incapaz de afrontar ese trago, huye a Pozoamargo, un pueblo castellano cuyo nombre refleja muy bien el abismo vital en el que se adentra. En el pueblo Jesús vive de incógnito como un campesino más, y allí conoce a Gloria, explosiva joven con la que entabla una candente relación, preámbulo quizá del final de su descenso al infierno.
Tercera película del director mexicano Enrique Rivero, ganador del Festival de Locarno en 2008 con 'Parque Vía', estrena 'Pozoamargo', una película española-mexicana que ha conseguido el más absoluto de mis rechazos desde su primer fotograma.
Por todos es sabido el gusto de los mexicanos por hacer ese tipo de cine sórdido y violento. Como claros y perturbadores ejemplos tenemos a Arturo Ripstein, Carlos Reygadas o Amat Escalante, directores empeñados en representar lo peor del ser humano, lo bajo que podemos caer. A diferencia de Rivero, en ocasiones lo hacen con verdadero talento. 'Pozomargo' tiene lo peor del cine de todos ellos. Planos estúpidamente largos y gráficos que no aportan nada más que vacua sordidez.
Un protagonista supuestamente atormentado por su pasado que padece una enfermedad venérea, se dedica durante toda la película a actuar de forma incomprensible. Eso sí, todo de manera muy autoral, sin hablar, de forma intensita y pseudoprofunda. Para mí, el verdadero protagonista de esta historia es el tedio que me invade durante los insoportables 100 minutos que dura.
Por si fuera poco, a mitad de película, cambia a blanco y negro y consigue ser aún más ridícula de lo que ya era, creando metáforas obvias sobre el pasado en forma de sombra que te persigue y demás imbecilidades. Mi interés es nulo, y las ganas de abandonar la sala no dejan de aumentar, pero como mis principios no me permiten hacer eso, no me quedó otra que sufrirla entera. Si a alguien se le ocurre pagar una entrada para ver esto, allá él. Yo solo aviso.
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